Muertos de frío, Simón, Marta y
Marcos estaban sentados en el poyo que separaba el barrio gótico del puerto. Aguardando
escondidos en la niebla nocturna, esperaban a que sus compañeros apareciesen
pronto para hacer el intercambio. En principio, una vez salvado el óbice del bibliotecario
el plan debería ir como la seda, y ellos habían hecho su parte, y cubierto sus
espaldas; sin embargo sólo les quedaba esperar pacientemente a recibir noticias.
Una hora en el frío después divisaron
una silueta familiar, aunque no pudieran verle la cara por el radiante son sabían
que era él. Por fin su contacto hizo su aparición, y traía consigo un
acompañante con una bolsa de deporte en el que esperaban ver el fin de sus
problemas.
- Buenas noches, chaval.
- Ya podías haberte dado un poco
más de presteza, por poco nos derretimos de calor. – Dijo Marcos
- No exageres y vamos al lío ¿Lo
tenéis?
Así Simón procedió a revelar la
prueba del cumplimiento del trato, una foto de un libro.
- ¡Una foto! ¿Dónde está el
libro?
- Tú sólo pediste una prueba de
que lo habíamos conseguido…
El acompañante agarró con fuerza
el maletín y habló.
- Pero yo no puedo entregar esto ¿Entiendes?
Necesito el libro o…